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En el siglo XV unos monjes del sur de España empezaron a criar el caballo andaluz. Con su apariencia garbosa encandilaba sobre todo a nobles y reyes. Por ello, casi nadie intuiría que el andaluz fue empleado durante mucho tiempo como caballo de caballería. Aunque siempre fue conocido por su valor y su fuerza, lo que le caracteriza es su elegancia. Este es un caballo de doma único que incluso es capaz de hacer cabriolas, algo que solo se conoce de los lipizanos de la Escuela Española de Equitación de Viena.